Dos asturianos en misión agrícola a Mozambique

Estación del Norte de Oviedo, vuelo a Qatar, saltos a Maputo y Chimoyo para sectorizar una finca, analizar suelos, reconocer cultivos y buscar agua.

Alberto y Joaquín, durante quince días debían de sectorizar la finca, analizar los diferentes suelos, reconocer los cultivos que ya se daban, buscar puntos de agua que permitiesen potenciar el riego, estudiar altitud y pendientes, recoger todo el material gráfico posible, tomar nota fiel de la realidad del lugar y trabajar sobre el proyecto con Fray Jorge Bender, el responsable de la misión.

El aeropuerto internacional Hamad en Doha, está situado en un terreno de explanación lindero con el golfo, posee una de las pistas más largas del mundo, y el lujo con cierto aire de nuevo rico se respira en cada rincón, desde la figura iluminada del inmenso oso de juguete hasta el búrguer más reducido.

Las dos horas largas de escala no duraron, al invertirlas en recorrer la terminal, situar la puerta de embarque, tomar algo y ver la fauna con todas las razas, vestimentas y lenguas del planeta dado que el aeropuerto de Hamad es un gran nudo de enlaces de los vuelos de Europa Asia y África. Una torre de Babel de cristal, plástico y acero. A las 2:45, el vuelo Qr 1361 comenzó a separarse del finger y minutos más tarde se elevó con destino a Maputo, la vieja Lourenço Marques, capital de Mozambique.

Alberto, asturiano de Mieres, fue responsable de los proyectos de concentración parcelaria del Principado de Asturias, con experiencia sobrada por tanto en todo lo relativo a suelos e infraestructuras. Joaquín, zamorano, ha dedicado su vida profesional a los sectores de industrias agrarias y cultivos, ideal por tanto para evaluar las posibilidades de desarrollo agrario de la misión. Ambos son jubilados, en esa edad en la que una persona posee plenas facultades, todo el conocimiento y algo muy valioso: tiempo. Y convencidos de que tienen que seguir siendo activos, poniendo la experiencia profesional al servicio de los demás.

“Lo hago por contribuir un poco a arreglar el mundo, pero también por mí, por el bienestar que se obtiene de la cooperación solidaria. Uno siente la vida de otro modo”, dice Alberto.

Mientras dormitaban, el Boeing 777 sobrevolaba el desierto de Arabia, el Golfo de Adén, el Cuerno de África, Kenya. Un itinerario que no hace tanto, tenía todos los componentes de aventura y estaba al alcance de muy pocos. El amanecer los alcanzó sobre la raya de la antigua Tanganika, un territorio que la literatura de viajes y aventuras y el cine hicieron mítico, -“Mogambo”, “Hatari”-, con el norte de Mozambique, la zona en la que aún se mantiene el terrorismo ISIS.

El paisaje desde el avión de las tierras del sur del llamado continente negro ya no es marrón sino verde, la vegetación domina, aunque menos frondosa de lo imaginado. A las nueve de la mañana, el gran pájaro metálico se posó en la pista 2 del Aeropuerto de Maputo, casi pueblerino tras las dimensiones de Doha. Deseaban tomar una cerveza, pero tras la recogida del equipaje y los trámites aduaneros (nada que ver con Doha, del ordenador y la eficacia, al bolígrafo y las colas en nueve horas), apenas si tuvieron tiempo para pillar el vuelo local con destino a Chimoio, Una pequeña capital de provincia en el centro oeste del país.

Aunque se encuentra a 1.100 kilómetros de Maputo, el consejo de Fray Jorge Blender fue que el traslado se realizase en avión, pues el viaje por carretera es impensable: mal estado de pistas y vehículos, lentitud, inseguridad, falta de todo tipo de servicios, el autobús se detiene en medio de la noche en cualquier lugar, habitado o no, hasta que amanece.

Mientras volaban con destino a Chimoyo en un De Havilland a hélice de las Linhas Aéreas de Moçambique, los dos técnicos, revisaron su agenda. Una de las encomiendas era reconocer el cafetal ya plantado, valorar las posibilidades de crecimiento del cultivo ver las características de los existentes -variedades, marco, sol o sombra, riego, tipo de beneficiado…-, y entrar en contacto con el sector cafetero local. El ideal respecto a este cultivo es alcanzar una calidad apta para ser comercializado por una empresa asturiana que produce cafés de alta gama que podría colaborar de ese modo con el Proyecto UBUNTU.

“Chimoio, no tiene aeropuerto, tiene apeadero”, decía uno de sus WhatsApp. Era la una de la tarde y allí les esperaba un sonriente y activo Fray Jorge Bender, sacerdote de Santa Fe, Argentina, de unos sesenta años, responsable de la Misión y enamorado de la fabada, la sidra y la calle Gascona, tal como demostró en una visita reciente a Oviedo. Alojado en la casa Sacerdotal por gentileza del vicario general Jorge Fernández Sangrador, ante la calidad del dormitorio respondió: “Pero acaso han sacado de acá al arzobispo? Creo que se confunden, solo solo soy un misionero, me falta un buen trecho para cardenal.”

En la pick-up blanca, marca Toyota, de la misión, se acercaron a Jécua, distante 80 km, cercana a la frontera con Zimbabwe, la antigua Rhodesia del Sur.

Un edificio de una planta, pequeño y sin pretensiones, aún a medio hacer, pero ya con el confort básico preciso, a cinco kilómetros del pueblo de Manica, es el convento enclavado en la finca, en el que viven los cuatro franciscanos que con un pequeño número de trabajadores locales atienden los huertos, plantaciones y animales de la explotación. Una mujer indígena -la mama- se encarga de las labores de cocinera.

-“Eu estava esperando por voçes dois. Eu vou facer alguns ovos fritos…”

Cansados del viaje, tras disfrutar de los huevos, una merienda-cena que no falla, se retiraron a dormir. En Jécua la vida comienza a las 6 de la mañana, para aprovechar en la finca las horas en las que el sol aún no aprieta. La mama les había habilitado un desayuno propio del lugar: te con leche en polvo, mandioca cocida, pan con mantequilla y papaya.

Allí vacas, cerdos, gallinas y tilapias -peces criados en estanques- y variedad de cultivos producen alimento para los habitantes de la finca, pero el objetivo final es más ambicioso: hay que desarrollar la producción para hacer posible la comercialización y la obtención de recursos que permitirán mejorar las condiciones de los habitantes de los 70 poblados que dependen de la misión. La guinda del pastel será la puesta en marcha de una escuela técnica agrícola, de la que saldrán titulados capaces de expandir el conocimiento a todo el territorio. Ese es el Proyecto UBUNTU, expresión local que significa “Soy porque somos”.

El proyecto contempla asimismo la posibilidad de visitar la misión cualquier persona colaboradora de Agrícolae Mundi que desee conocer el tipo de vida de los misioneros, pudiendo alojarse en la propia misión. Es la llamada “experiencia misionera”. El visitante deberá costear el importe del vuelo más una pequeña aportación a los misioneros: 10 euros al día, para cubrir los gastos de alojamiento y alimentación que genere. Joaquín y Alberto han aprovechado días atrás para visitar el Parque Nacional de Gorongosa al norte de Jécua:

“Gorongosa, impresionante maravilla de animales y de paisaje. Pura África. Lo recorrimos en jeep. Una pasada.” -extractaron en un what.

Toda la información reportada por los dos técnicos será analizada y utilizada por los especialistas en cada materia, de Agricolae Mundi, para proseguir con el desarrollo del proyecto UBUNTU.